¿Sueño o realidad? - RSSB Satsangs y Composiciones

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¿Sueño o realidad?

Parece que muchos de nosotros estamos enfermos en uno o dos o en los tres niveles de nuestra existencia: el espiritual, el mental/emocional, y el físico. Cualquier desequilibrio en nuestra vida se filtra desde el nivel mental y emocional hasta el cuerpo físico. Pero el proceso de curación comienza en la cima, y la verdadera sanación espiritual acaba con el sufrimiento en todos los niveles.

Ya seamos conscientes de ello o no, habitamos en dos mundos a la vez: el externo y el interno, el visible y el invisible, el sueño y la realidad. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Hemos estado ‘fuera’ en el sueño desde el principio de la creación. Maharaj Sawan Singh dice:

Hemos estado aquí desde que fue creado el mundo. Han pasado millones de edades, de disoluciones y grandes disoluciones, pero no hemos sido capaces de hallar el camino de vuelta a nuestro hogar. Si hubiésemos encontrado el camino, no estaríamos aquí hoy1.

Hemos experimentado la vida en todos los niveles de la creación, en el ciclo de nacimiento y muerte, y en cualquiera de los 8,4 millones de especies de vida.

Un dicho en sanscrito dice: “Dios duerme en los minerales, despierta en las plantas, camina en los animales y piensa en el hombre”2. Aquí lo que nos incumbe es que Dios piensa como hombre, en el ser humano que tiene la facultad de pensar. El filósofo Ralph Waldo Emerson dice: “Todo hombre es una divinidad disfrazada, un dios haciéndose el tonto”3. El Señor está en el interior de cada uno de nosotros. Pero ¿acaso alguien es realmente feliz en esta creación siendo la divinidad disfrazada?

Con todos nuestros avances y todos los objetos que se han creado para simplificar la vida, ¿acaso tenemos más felicidad? Con todo el progreso en el ámbito médico, ¿hemos eliminado la enfermedad? Puede que hayamos aumentado nuestra esperanza de vida, pero nuestra calidad de vida ha disminuido. Conforme acaban algunas enfermedades, surgen nuevas dolencias. Los juguetes por los que tanto nos esforzamos, ¿acaso nos brindan felicidad? Quizás un placer efímero, pero nada duradero. Tenemos dos empleos, o ambos padres trabajan para llegar a fin de mes, para tener más coches, una casa más grande, más oportunidades para nuestros hijos. Con esta actividad constante, los hijos conocen poco a los padres y estos conocen poco a sus hijos. Con todo este supuesto progreso, ¿adónde han ido a parar nuestros valores familiares?

Los valores nos proporcionan una base para vivir, algo que nos sostiene: ideales y metas, amor y afecto. Pero ¿cómo pueden los jóvenes desarrollar valores viviendo en condiciones de inmoralidad, delincuencia, drogas y alcohol? Una ciudad grande en Estados Unidos tiene una tasa de ilegitimidad del ochenta y cinco por ciento. ¿Qué aprendemos y absorbemos de la televisión, los videos y las películas? ¿Qué aprenden nuestros hijos? ¿Acaso adquieren valores, tradiciones, buena conducta, amor y devoción por parte de sus padres, o adoptan otros supuestos valores de fuentes de información tales como la televisión, las películas, los ordenadores y los iPhones?

Los santos nos dicen que este lugar no es nuestra morada verdadera y la felicidad aquí es ilusoria. La felicidad transitoria nos parece real, pero ¿cuánto tiempo dura? El placer y el olor a nuevo de un coche suele desaparecer en treinta días. Todas las cosas por las que trabajamos tan duro nos aportan una felicidad temporal. Visitemos los hospitales y residencias de ancianos; ¿hay más placer o dolor? ¿Acaso hay alguien que no esté sujeto a la enfermedad y la vejez? ¿Y qué decir de las prisiones y los barrios marginales? ¿Hay más personas viviendo ahora en las calles que hace cincuenta años? ¿Ha bajado el nivel de seguridad? ¿Y qué decir de la avaricia y los políticos?

Precisamos de ayuda, necesitamos un guía. En nuestras cortas vidas tenemos varios guías o profesores, comenzando con nuestros padres y maestros de escuela, luego profesores físicos, mentales, emocionales y espirituales. Llegados a un punto, abandonamos a estos profesores y adoptamos nuevos a todos los niveles. Algunas preguntas se responden, y otras no. El crecimiento depende de nuestra capacidad de entender. ¿Qué ocurriría si encontrásemos –o nos encontrara– un profesor que pudiese dar respuesta a todas nuestras preguntas espirituales y mentales, y que a su vez nos aportara equilibrio y felicidad a todos los niveles?

Él nos ha encontrado a nosotros. El maestro perfecto vivo nos ha encontrado, y de él recibimos el Nam, el regalo de la liberación, el final de nuestro sufrimiento y de la ‘rueda de los 84’. El místico Inayat Khan dijo: “Cuando el llanto del discípulo ha llegado a una determinada agudeza, el maestro acude para responderle”4. Según su secretario, Rai Sahib Munshi Ram, Maharaj Sawan Singh dijo:

Recibir la iniciación no es fácil. El obsequio de la iniciación es la recompensa de buenas acciones acumuladas a lo largo de varias vidas, de hecho es el beneficio cosechado por haber mantenido la compañía de los santos y devotos en vidas anteriores. Remarcó que la relación de Dharam Das con Kabir Sahib existió durante ocho vidas anteriores5.

¿Es este profesor espiritual humano más que un hombre corriente? Gurú Nanak Ji dice: “Los santos pueden conferir la salvación a billones con un ápice del poder que han logrado a través de la meditación; es decir, pueden liberar a todos con el poder que han adquirido con la práctica del Nam, pero este no es el mandato del Señor”6. Hay profesores que con ciertos niveles de logro emplean sus poderes para darles a sus discípulos experiencias espirituales internas, pero los discípulos no tienen el poder para sostenerlas. Soami Ji Maharaj dijo que cualquier acción realizada de forma apresurada es un acto de Kal, el poder negativo de la mente. El sendero interior enseñado por un profesor perfecto vivo es un camino lento, pero el maestro se responsabiliza totalmente de nuestras vidas, y es conocedor de todo lo que pensamos y hacemos. La nuestra es una relación de amor y devoción que se desarrolla lentamente.

¿Recordáis la historia del terremoto en Haití hace unos años? Una madre y su hijo estaban trabajando en su tienda cuando ocurrió el terremoto. Ella fue rescatada y recibió ayuda. Después ella recurrió a distintos centros de salvamento buscando a su hijo. Finalmente regresó a su propio edificio buscándole, y le pareció escuchar a su hijo llamándola. El personal de rescate llegó poco después, ella les señaló donde pensaba que estaba, y comenzaron a excavar. Día tras día retiraron piedra y acero. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve días, y finalmente el décimo día vieron un brazo moverse. Siguieron cavando y allí estaba su hijo: deshidratado, débil y hambriento, pero con vida. Le preguntaron lo que le había sostenido durante tantos días y respondió: “Sabía que mi madre nunca se daría por vencida”. ¿Y por qué esta historia? Nuestro amigo, el maestro, nuestro guía interior, nunca, nunca nos abandona. Nos ayuda y nos guía en todo el camino de vuelta a nuestra verdadera morada.

Por encima de los ojos o por debajo: ¿cuál es nuestro objetivo, cuál queremos que sea nuestro hogar? Por encima y por debajo de los ojos: estos son los dos mundos donde coexistimos simultáneamente, pero no siempre de forma consciente o en armonía. El externo y el interno, el visible y el invisible, el sueño y la realidad. ¿Dónde invertimos nuestro tiempo y energía, nuestros pensamientos y nuestra atención?

El simran, el don de la repetición otorgado por el maestro, nos ayuda a vivir en y a purificar nuestro mundo interno. Viviendo en el mundo físico, creamos hábitos negativos: constantemente vemos y realizamos cosas desagradables, y conforme se consolidan estos hábitos nuestras vidas entran en caos. De la misma forma que mejoramos en la compañía de personas y pensamientos positivos, inversamente también nos afecta la compañía de personas con pensamientos negativos. Los pensamientos negativos son la enfermedad más contagiosa en el mundo. Pero el simran es el medio para ayudarnos a curar esta negatividad. Luego, conforme nuestro mundo interno se vaya purificando y ordenando, comenzaremos a ver cómo el mundo externo también se vuelve más puro e inmaculado.

Entonces ¿qué tal si consideramos nuestros objetivos: los externos e internos, los visibles e invisibles, el sueño o la realidad? Podríamos centrarnos en un objetivo a largo plazo, como entregarnos al proceso de regresar a nuestro verdadero hogar, ir hacia el interior, y reunirnos con el maestro interior. Los objetivos a corto plazo pueden ser: realizar las dos horas y media de meditación diaria, hacer más simran durante el día, atender al satsang semanalmente y leer libros de Sant Mat, y estar con amigos que tienen la misma meta. Y quizá hablar menos, dormir menos y comer menos.

Concentrarse en las metas es importante, porque aunque la vida puede ser prácticamente igual para todos nosotros, es cómo reaccionamos a esta lo que puede crear paz o problemas. Nuestro cometido es intentar mantenernos centrados. Allí es donde reside el Señor: en el centro. Ya no hay lugar para el porqué esto o el porqué lo otro; todo simplemente es. Todo es su voluntad. Lo único que tenemos que hacer es seguir la disciplina de las metas a corto y largo plazo. Él se encargará de lo demás.

Si la ley de la atracción, aquello en lo que pensamos es lo que atraemos, fuese relevante en toda nuestra existencia, ¿no sería lógico para nosotros contemplar, no nuestras debilidades, sino preferiblemente aquellas cosas que nos acercan al maestro? Rumi dijo:

Dios ha sembrado en tu corazón el deseo de buscarle a él. No mires hacia tus debilidades, céntrate en la búsqueda. Cada buscador es merecedor de la búsqueda. Aspira a duplicar tus esfuerzos para que tu alma pueda escapar de la cárcel material7.

Tenemos que intentar ser más conscientes y no reaccionar ante las situaciones que la vida nos presenta. Podemos aprender a ser proactivos vigilando a la mente, convirtiéndonos en espectadores. Nosotros no somos nuestros pensamientos; somos testigos de estos pensamientos. San Francisco de Asís dijo: “Al que estás buscando es al que busca”8. Quejarse, buscar fallos y reaccionar fortalece el sentido de marginalidad y separación del ego, de la cual depende su supervivencia. Estamos constantemente redefiniendo quiénes somos con nuestros pensamientos, pero simplemente no funciona. Reflexionar y analizar no nos llevará hasta el maestro.

Menos reflexión y análisis nos abre las puertas para descubrirnos y desarrollarnos. Para volver a aprender todo lo que hemos olvidado. El hecho de no reaccionar no es una debilidad, sino una fortaleza. El maestro interior escucha cada pensamiento y palabra nuestra. Observa cada acción nuestra. Nosotros somos marionetas y él mueve los hilos. Independientemente de lo que hayamos hecho en el pasado –alimentando el ego, juzgando, estando enojados, no perdonando– sin importar lo que no hemos hecho –nuestra meditación– hoy es un día nuevo. Rumi dijo: “Ven, ven, vuelve de nuevo a aquel a quien le encanta perdonar”9. Ese es nuestro maestro.

En lugar de acumular más conocimiento, opiniones, imágenes propias de ‘yo tengo razón’, y comparaciones inútiles con los demás, es el momento de concentrarse en la herramienta más poderosa que nos ha concedido el maestro: el simran.

El maestro presente ha comentado la importancia de la concentración. Puede que hablemos de concentrarse en los votos, en ser buenas personas, en vigilar a la mente o a nuestros defectos, pero el foco más importante de atención es la concentración en y sobre nuestra meditación. Todavía somos incompletos; completo significa que hemos alcanzado la autorealización plena, lo que somos realmente. Somos incompletos por nuestras distracciones, y son nuestras formas de energía de la mente. Nuestros deseos, nuestras distracciones son las que nos mantienen aquí, atrapados en los tres mundos inferiores. ¿Y de qué nos alejan estas distracciones? El regreso a nuestro hogar, la décima puerta, la única escapatoria de esta tierra incompleta, de dualidad y distracción.

Cuando nos juzgamos a nosotros mismos y a los demás, cuando no podemos perdonarnos a nosotros mismos ni tampoco a los demás, significa que todavía estamos atrapados en el sueño. Y todo esto crea una resistencia a su amor, su flujo, su gracia. Permitamos que todo ocurra sin reaccionar –simplemente aceptando– que es la realidad. Su voluntad.

Cuando experimentamos emociones negativas y reaccionamos ante ellas, nos quedamos atrapados en el sueño. Cuando permitimos y sentimos emociones positivas, estamos en su amor, en su gracia, en sus manos. Comenzamos a sentir su presencia. El sueño se ha vuelto real porque la mente lo ha consentido. Aun así, incluso todo esto es su voluntad. Y finalmente es su voluntad la que dictamina que abandonemos este sueño, que permitamos que ocurra, y que aceptamos la realidad. Aceptar su mandato tanto en lo bueno como en lo malo, dentro de este sueño de dualidad.

Conforme seguimos utilizando el regalo de la gracia del maestro, poco a poco, y con su ayuda, llegamos al momento presente. De esta forma superamos el desequilibrio de identificarnos con nuestro ego, el yo, de amar y creer en el ‘yo, mí, mío’. Con la práctica del simran (la repetición) y la meditación finalmente llegamos a comprender que no somos este cuerpo o mente con su sentido del pasado y el futuro. Somos el alma, parte integral del Señor.

Algún día seremos conscientes de que cada persona que conocemos también forma parte del Señor. Y con esa comprensión, esa consciencia, ¿cómo podemos considerar a los demás como diferentes, malos o enemigos? Y ese entendimiento nace del amor y la compasión que nos enseñan todos los maestros perfectos. Es la consciencia de la existencia de un gran vínculo entre nosotros y todas las demás criaturas. Es permitir el flujo continuo de su gracia, su amor y su voluntad. Este último paso en el sendero es solo un proceso de desprenderse: de juicios, opiniones, deseos, de estar aferrándose a todo. Desprenderse de la última parte del sueño. Rumi lo resume diciendo que nuestra tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar en nuestro interior todas aquellas barreras que hemos construido en su contra.

Finalmente, debido a nuestra miseria, el Señor nos envía un maestro perfecto vivo que nos muestra la fórmula o el camino de regreso a nuestro verdadero hogar. Nos dice que la acción y el deseo más importante que podamos tener es realizar nuestra meditación. Como solía decirnos Hazur Maharaj Ji: la respuesta a todas tus preguntas es atender a tu meditación. A pesar de ello, a muchos de nosotros nos cuesta cumplir con lo que le prometimos. Fracasamos. Mark Twain dijo: “Hay mil excusas para fracasar, pero nunca una buena razón”10.

Entre todas las metas que podamos tener, nuestra meditación es la más importante. Sin la meditación es muy difícil ir hacia el interior. Y debemos entender que este sendero interior que seguimos es un camino lento. Pero ‘lento’ es un término relativo; teniendo en cuenta la perspectiva general, nuestro regreso a casa junto con nuestro maestro interior es muy rápido en comparación con el tiempo que hemos permanecido alejados del Señor. No es sino un punto pequeño en el largo calendario de nuestra existencia. Nosotros solo vemos una pequeña parte de la foto, es por ello que nos parece que estamos estancados y que el progreso es muy lento.

Se trata de realizar las dos horas y media de meditación que le prometimos a nuestro maestro que haríamos. Todos tenemos buenas intenciones, sobre todo cuando somos tan afortunados de poder ir a Dera y sentarnos a los pies del maestro. Pero también sabemos que el infierno está pavimentado de buenas intenciones. Precisamos de autodisciplina. El escritor, Elbert Hubbard dijo: “La autodisciplina es la capacidad de hacer lo que tenemos que hacer, cuando lo debemos hacer, independientemente de que nos apetezca hacerlo o no”11.

¿Acaso pensamos que a todos los que se sientan diariamente a meditar les apetece? Todos nuestros planes, esperanzas y sueños no se cumplirían sin autodisciplina. El objetivo principal es ir hacia el interior. Y las metas pequeñas son realizar aquellas cosas que nos ayuden a crear el ambiente para sentarnos e ir hacia el interior. El maestro presente ha dicho que el maestro no nos habría concedido el Nam si no considerase que lo podemos lograr. Solo tenemos que pedirle ayuda.

Conforme más nos esforcemos mayor será el amor y la gracia con la que nos premiará. Podremos caer pero no hay lugar para el abandono. Él siempre nos ayuda. El poeta Longfellow escribió:

Las alturas alcanzadas y mantenidas por grandes hombres,
no se lograron por un vuelo repentino,
sino que, mientras sus compañeros dormían,
ellos se esforzaban por subir durante la noche12.

Ya ha pasado el tiempo de poner excusas. Mañana por la mañana tenemos una nueva oportunidad de sentarnos para nuestro maestro. Una oportunidad para complacerle.

En una carta de Maharaj Sawan Singh leemos:

El Padre está siempre contigo. Vives, te mueves y tienes tu ser en él. Él siempre te está ayudando en cada tarea que realizas. Cuanto más te acercas a él, mayor será tu experiencia de su presencia y te percatarás de su ayuda. Conforme aumente tu amor por él, irás sintiendo una realización más profunda de su forma radiante en tu interior13.

Para concluir, cada día debemos:

  1. Pedirle ayuda a nuestro maestro.
  2. Agradecerle por todo lo que nos da.
  3. Hacer todo lo posible para realizar nuestras dos horas y media diarias de meditación.

Nos ha otorgado este cuerpo humano. Nos ha concedido el Nam. Nos ha permitido ser sus marionetas.

Nos permite sentarnos con él cada mañana. Nos permite ser conscientes de su presencia.

Y finalmente… nos deja seguirle de regreso a nuestro hogar verdadero, Sach Khand.


  1. Rai Sahib Munshi Ram, With the Three Masters, Vol. I, 4th ed., p. 20
  2. Andy Zubko, Treasury of Spiritual Wisdom – A Collection of 10,000 Inspirational Quotations, p. 193
  3. Treasury of Spiritual Wisdom, p. 193
  4. Greg Bogart, In the Company of Sages: The Journey of the Spiritual Seeker, p. i
  5. Rai Sahib Munshi Ram, With the Three Masters, Vol. I, 4th ed., p. 19
  6. Rai Sahib Munshi Ram, With the Three Masters, Vol. III, 3rd ed., p. 48
  7. Rumi, Masnavi V: 1733–5
  8. Tania Kotsos, The Adventure of I: A Journey to the Center of Your Reality, p. 33
  9. Path of Love (internal magazine publ. RSSB Hong Kong), July – September 1999
  10. Brian Tracey, No Excuses!: The Power of Self-Discipline, p. 1
  11. www.goodreads.com
  12. No excuses!, p. 10
  13. Maharaj Sawan Singh, El amanecer de la luz, carta 2