Reconstruyendo nuestras plataformas - RSSB Satsangs & Composiciones

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Reconstruyendo nuestras plataformas

Hay una historia en Cuentos del oriente místico sobre Gurú Amardas, el tercer gurú sij, que estaba preparando el nombramiento de su sucesor1. Como había varios discípulos que esperaban ser los elegidos, el gurú decidió ponerlos a prueba. Pidió que cada uno saliera a recoger un poco de tierra y construyera una pequeña plataforma de barro para él.

Cada uno cumplió la misión, pero el gurú rechazó cada una de las plataformas por no ser lo suficientemente buenas. Así que les pidió que las destruyeran y las construyeran de nuevo. Cuando lo hicieron, les dijo que no era el lugar adecuado, ¿podrían construirlas sobre otra parcela de terreno? Nuevamente, el gurú no estaba satisfecho y tuvieron que construir las plataformas en otro lugar.

Esto continuó durante un tiempo, con el gurú rechazando siempre las plataformas de los discípulos por alguna u otra razón. Al poco tiempo, varios discípulos comenzaron a pensar que el gurú, que ya estaba en los últimos años de su vida cuando había sido nombrado sucesor de Gurú Angad Dev, tal vez se estaba volviendo achacoso y no se encontraba en plena posesión de sus facultades. Como consecuencia, muchos de ellos dejaron el trabajo. Para los pocos que se quedaron, siguió siendo la misma historia: no importaba cómo o dónde se construyeran las plataformas, ninguna satisfacía al gurú. Finalmente, solo quedaba un discípulo, Ramdas. Continuó construyendo y derribando esas plataformas de barro, incluso cuando sus compañeros discípulos se burlaban de él. Él les dijo: “Hermanos, todo el mundo está ciego. Pero si hay alguien que puede ver, es el satgurú. Además, todo el mundo está loco. Solo el satgurú está cuerdo”.

Entonces, sus compañeros le dijeron que, indudablemente, ni él, ni el satgurú estaban en sus cabales. Ramdas les respondió diciendo: “Hermanos, podéis decir lo que queráis de este inútil siervo del Señor, pero os ruego no pronunciéis ninguna palabra irrespetuosa sobre mi satgurú. Incluso si tuviese que construir plataformas durante el resto de mi vida por obediencia a los deseos del satgurú, con su gracia continuaría construyéndolas”. Y continuó paciente y alegremente haciendo y rehaciendo su plataforma setenta veces. Finalmente, Gurú Amardas le indicó que dejara de construir y dijo: “Estoy muy contento contigo, pues solo tú me has obedecido implícitamente y te has entregado totalmente a mi voluntad y deseos”. Ninguno de los otros discípulos fue capaz de dar al satgurú todo su amor y devoción, de tener una fe absoluta en él, y de obedecer sus deseos con un corazón agradecido. Solo Ramdas. Posteriormente Gurú Amardas nombró a Ramdas como su sucesor, diciendo: “Es un discípulo excepcional que se rinde completamente al satgurú”.

¡Algunos de nosotros podemos sentirnos aliviados de que Baba Ji no nos ponga a prueba de esta manera! Sin embargo, hay bastantes cosas que podemos aplicar a nuestras propias vidas de esta parábola. Las plataformas que nuestro maestro nos pide construir pueden no ser de barro, pueden ser nuestra meditación o nuestro seva o la forma en que vivimos nuestras vidas. Podríamos preguntarnos si esas plataformas que construimos cumplirían con su estándar.

Vida diaria

En primer lugar, veamos cómo vivimos nuestras vidas diarias. En algún momento, antes de emprender este sendero, la mayoría de nosotros probablemente buscábamos una alternativa al dolor, a la incertidumbre y a la confusión de la vida en este mundo material. Y cuando el maestro nos aceptó, apenas podíamos creernos nuestra buena fortuna. A la hora de la iniciación, le prometimos que viviríamos una forma de vida que nos ayudara a limpiar nuestra deuda kármica, a domar nuestra mente salvaje y errante, y a permitir que nuestra alma se volviese libre y pura, sin restricciones de la mente y los sentidos. Y prometimos dedicar una décima parte de nuestro día a nuestra práctica de meditación, todos los días, para que el alma pudiese regresar a su origen por medio de la corriente del sonido, el Shabad.

Todos los días, hacemos un esfuerzo decidido y sincero para mantener esta forma de vida, y probablemente tenemos éxito la mayor parte del tiempo. Pero todavía estamos tratando con la mente y las pasiones: ira, avaricia, lujuria, apego, y orgullo o ego. Además, la interacción kármica entre nosotros y los demás puede ocasionalmente alterar nuestras buenas intenciones. Caemos, fallamos, metemos la pata, herimos a alguien, hacemos algo de lo que nos arrepentimos. Debido a que estamos constantemente yendo en contra de la corriente de este mundo, que glorifica y alienta tantos comportamientos y actitudes que tratamos de evitar, es comprensible que de vez en cuando tropecemos o nos hagan tropezar; podamos herir a alguien sin tan siquiera darnos cuenta; podamos tomar una mala decisión, a pesar de nuestra mejor voluntad. ¡La plataforma que construimos en esos momentos no es la que querríamos mostrar al maestro! Entonces, ¿qué hacemos? Solo tenemos que construirla una y otra vez, y otra y otra vez.

Esta metáfora de reconstruir nuestra plataforma simplemente significa hacer algo de nuevo, sabiendo que nos quedamos cortos, pero nunca darnos por vencidos. Significa hacerlo por nuestro amado maestro, porque le complace.

El maestro acepta nuestros problemas, nuestras faltas; no nos rechaza. Pero sí espera que reconozcamos y limpiemos el desorden, que nos disculpemos si hemos herido los sentimientos de alguien, que pidamos perdón, que aprendamos de nuestros errores y que nos perdonemos a nosotros mismos. Maharaj Charan Singh nos dice:

Para perdonarnos a nosotros mismos, debemos dejar de repetir ese error. Cuando realmente nos arrepentimos y no repetimos ese error, entonces podemos decir que nos hemos perdonado a nosotros mismos2.

Así pues, el maestro nos perdona, y también quiere que nos perdonemos a nosotros mismos. Además, si alguien necesita de nuestro perdón, no debemos dudar en dárselo, de no ser así, Hazur dice que nos estamos castigando a nosotros mismos3. Y nos dice que obtenemos más felicidad perdonando que solicitando perdón4. Nunca debemos buscar la venganza, sino perdonar de corazón, tal y como el maestro hace por nosotros. Y siempre necesitamos aclarar los malentendidos, no decidir quién es el culpable, ni responsabilizar a la otra persona. Al fin y al cabo, nunca podemos tener la perspectiva completa de lo que está sucediendo con la otra persona, de lo que le está molestando. Si siembran una mala semilla, tendrán que recoger la mala cosecha. Pero si tomamos represalias, entonces nos volvemos como esa otra persona; creamos nuestras propias malas semillas5.

Nuestro maestro quiere que seamos comprensivos. Nunca debemos ser vengativos, sino recordar la enseñanza básica de amarnos los unos a los otros. Si tenemos un espíritu de venganza, entonces nuestro corazón no puede ser puro. A menos que nuestro corazón sea puro, no seremos receptivos a la gracia del Señor6. Por tanto, en nuestra conducta diaria, queremos construir nuestra plataforma dándole al maestro nuestra obediencia implícita y acatando sus deseos con un corazón alegre.

Seva

Seva es otra área en la que estamos constantemente construyendo y reconstruyendo las plataformas que creamos a partir de nuestras acciones y nuestra actitud. El Gran Maestro nos dice que el servicio se presta de cuatro maneras diferentes: con el cuerpo, con la riqueza, con la mente y con el alma (surat).

Hazur nos dice que el seva que hacemos con nuestra alma –escuchando el Shabad interior– es el verdadero seva que nos llevará de vuelta al Padre y nos permitirá fundirnos con esa melodía divina interior. Todos los otros sevas son un medio para ese fin.

En cuanto a nuestro enfoque sobre el seva, dice:

El seva sale del corazón. No existe coacción para nadie, no es que tengas que hacerlo si no quieres hacerlo. Debe venir del interior, y debe existir amor al hacerlo. No debería haber un sentimiento de obligación de que tenemos que hacerlo7.

Así que, por ejemplo, no importa qué seva físico estemos realizando para servir al maestro o al sangat, debemos hacerlo con fe, amor y devoción por él, y con un corazón alegre. Si lo hacemos por obligación en lugar de por amor, si servir a los demás no les hace felices, o no nos hace felices a nosotros; si nuestro ego está inflado por lo que desempeñamos como seva, entonces probablemente necesitemos reconstruir nuestra plataforma.

¿Y qué pasa con el seva mental? ¿Le damos prioridad a la meditación en nuestra vida? ¿Recordamos el simran durante el día cuando nuestra mente está libre? ¿Somos capaces de sentarnos quietos cuando meditamos? ¿Mantener nuestra mente enfocada en el centro del ojo? ¿Dar nuestro tiempo completo en una sola sesión? Nuestro maestro nos ha dado este seva tan importante para que lo realicemos, pero a veces, por mucho que lo intentamos, nuestros esfuerzos simplemente no alcanzan el nivel deseado. ¡Nuestras plataformas necesitan ser reconstruidas todos los días!

Meditación

Si nuestra actitud es como la de Ramdas, entonces tenemos un corazón agradecido cuando nos sentamos a meditar, aunque no veamos luces ni oigamos sonidos. Tampoco nos hace falta una discoteca en nuestra mente. Estamos haciendo lo que Hazur nos dijo que es lo único a lo que nunca debemos renunciar por nada de este mundo. No importa que nuestro cuerpo no permanezca tan quieto como el de Baba Ji cuando está sentado en satsang, simplemente seguimos esforzándonos. No importa que nuestra mente se agote cuando tratamos de concentrarnos, solo tenemos que reconducirla de nuevo. Cada día podemos construir una plataforma con nuestra meditación. Tenemos que seguir esforzándonos por él.

Es un proceso largo y lento el de ser transformados en seres puros e inmaculados, listos para regresar al Creador. Así pues, nos levantamos día tras día y reconstruimos esa plataforma, llevamos a cabo nuestro seva de simran y bhajan sin expectativas. Hazur nos dice:

Debemos atender a la meditación con una mente absolutamente relajada y solo cumplir con nuestro deber. Cuando llegue, simplemente llegará. Nuestra agitación o nuestra ansiedad no logran nada. Es la concentración la que funciona; la concentración con amor y anhelo y su gracia lo lograrán. Así que, cuando tiene que llegar, llega automáticamente8.

Y a pesar de lo que podamos leer en los libros sobre los esplendores interiores, las vistas y los sonidos, estos no son el objetivo de nuestra meditación. Hazur dice:

Verás, a veces no nos conviene lograr esos resultados, pero el progreso siempre está ahí. Cada vez que atendemos a la meditación, hay progreso. ...Él sabe mejor que nadie cuándo dar, cómo dar y cuánto dar. Nosotros solo tenemos que llamar9.

Solo tenemos que llamar a su puerta, y él responderá cuando sea el momento adecuado. Independientemente de que el progreso sea visible para nosotros, él nos está transformando a través de nuestra meditación, retirando nuestra suciedad kármica para que podamos terminar con la larga sucesión de vidas que hemos tenido en esta creación. Hasta entonces, solo tenemos que atravesar nuestro destino, subidos en la montaña rusa de nuestro futuro, sobrellevando lo bueno junto con lo malo. El maestro nos dará lo que necesitamos para atravesar lo que se presente en nuestro camino, y nuestra meditación actúa como un amortiguador contra los efectos de nuestro karma. El Gran Maestro nos dice en Joyas espirituales:

No cabe duda de que el karma de destino es fuerte. Tiene que sufrirse, y no hay escapatoria alguna de él. Pero, por medio de la meditación, el poder de la voluntad se hace tan fuerte, que la persona no siente o no le importa ni sus efectos favorables ni desfavorables. ...La meditación es el antídoto del karma10.

Ahora podemos enfrentarnos a todo lo que nos depare el futuro con la confianza de que, pase lo que pase, él nos ayudará a superarlo sin que perdamos el equilibrio, siempre que cumplamos con nuestra promesa de hacer nuestra meditación. Aunque no cambiará nuestro destino, nos dará lo que necesitamos para adaptarnos a él.

Si somos capaces de mantener nuestra perspectiva cuando las tormentas del karma se desatan alrededor de nosotros, ¿acaso esto no es eso una señal de progreso? Aunque nos cueste enfocar la mente y mantener nuestro cuerpo quieto cuando nos sentamos a meditar, el maestro conoce el esfuerzo que estamos realizando. Él siempre está con nosotros y sabe por lo que estamos pasando cada día. La meditación puede brindarnos paz interior, independientemente de lo que esté sucediendo a nuestro alrededor cuando hacemos nuestra práctica. Hazur lo dice así:

Sientes el efecto de la meditación antes de ver algún progreso en tu interior. ...Y hay algún tipo de satisfacción. Tu actitud hacia los acontecimientos del mundo también cambia. Desarrollas un punto de vista desapegado hacia todo, a través de la meditación, aunque es posible que no hayas experimentado ningún progreso en tu interior11.

Amor y devoción

Otro efecto que surge con la meditación es que nuestro amor por el maestro crece. En su esencia, Sant Mat es un sendero de bhakti, o devoción. El camino de la devoción comienza con el maestro, un profesor místico verdadero que encuentra a los buscadores, los aleja de los atractivos mundanos y los conecta con el Shabad interior, la fuerza vital que creó y sostiene al universo entero. Si no fuese por la intervención del maestro, nunca podríamos conocer a Dios en nuestro interior.

El maestro ha sido descrito como una “espléndida síntesis de las cualidades humanas y divinas”12. Posee un cuerpo humano, como nosotros –siente hambre, sed, fatiga y otras características humanas– pero también tiene todos los atributos esenciales de Dios. Está por encima de todas las pasiones negativas, tiene un amor desinteresado por todos los seres, es paciente, humilde y siempre está sintonizado con Dios. El maestro vivo es nuestro vínculo de acceso con el Nam imperecedero. Aunque finalmente dejará su cuerpo humano, al igual que nosotros, el Nam, el Shabad al que nos conecta, es eterno.

El maestro nos enseña la repetición de los nombres que están imbuidos con el poder y la energía de Dios, el Padre, el Creador supremo. Su amorosa repetición genera el recuerdo y el amor por Dios. Esta práctica de simran o repetición “culmina en la absorción absoluta en el Verbo trascendente, el poder que es Dios”13.

Y esta “absorción absoluta en el verbo trascendente” es el verdadero seva del alma. Esto es lo que sucede cuando finalmente construimos la “plataforma” que agrada a nuestro amado maestro. Esta es la culminación de nuestra práctica, cuando llegamos al centro del ojo a través de la repetición de esos nombres que se nos dan a la hora de la iniciación, y nuestra atención se concentra y se mantiene allí. Para entonces llegamos al maestro-Shabad radiante, quien atraerá nuestra conciencia hacia arriba y hacia adentro en el viaje de regreso al Uno imperecedero.

Comenzábamos con la historia de discípulos construyendo plataformas de barro bajo las instrucciones de su maestro Gurú Amardas; muchos lo intentaron, pero se dieron por vencidos cuando pensaron que no podían complacer a su maestro con sus esfuerzos. Pero un discípulo, Ramdas, estaba decidido a cumplir con su deber alegremente, construyendo plataforma tras plataforma con amor, obediencia y entrega a su satgurú, sin lugar a duda. Si nosotros, como Ramdas, le damos a nuestro maestro nuestro “amor y devoción plena, tenemos fe absoluta en él, y obedecemos sus deseos con un corazón alegre”14, ¿por qué no nos concedería el tesoro espiritual que anhelamos? Ramdas reconstruyó las plataformas para su maestro setenta veces. Aunque tengamos que reconstruirlas setenta veces y más en nuestra vida diaria, en nuestro seva y en nuestra meditación, nuestro maestro también aceptará finalmente las “plataformas” que hemos construido y reconstruido para él con nuestro amor y devoción. Llegará el momento en que estemos completamente absortos en él, en su forma radiante. Nuestro amor por la forma física culminará en el amor por el ser sin forma, y ese amor es unión, ese amor es eterno, y ese amor es uno.


  1. “Gurú Ramdas y las plataformas de barro”, en Cuentos del oriente místico (2002), pp. 106-107.
  2. Spiritual Perspectives, Vol. III, #342
  3. Ibíd., #337
  4. Ibíd., #337
  5. Ibíd., #334
  6. Ibíd., #335
  7. Ibíd., #190
  8. Spiritual Perspectives, Vol. II, #357
  9. Ibíd., #359
  10. Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, #28
  11. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #161
  12. Many Voices, One Song, p. 90
  13. Ibíd., p. 95
  14. “Gurú Ramdas y las plataformas de barro”, en Cuentos del oriente místico (1977), p. 129; reeditado en Swami Paramatmananda Puri, On the Road to Freedom, Vol. 2; Amritapuri, Kerala, 2000, p. 83.