Convertirse en humano - RSSB Satsangs & Composiciones

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Convertirse en humano

Hierocles, un antiguo filósofo griego en la tradición que se remonta a la edad de Platón y Pitágoras, resumió la esencia de sus enseñanzas diciendo, “Y, por tanto, primero uno debe convertirse en humano, luego en Dios”1.

Posiblemente nos preguntemos porqué Hierocles dijo que tenemos que convertirnos en humanos. Pero, ¿no somos humanos ya? ¿Acaso estamos llevando cuerpos que parecen humanos sin ser realmente ‘humanos’? ¿Por qué necesitamos comprender lo que es ser humano? Quizás una parte de la respuesta yace en la carta escrita a un discípulo por Maharaj Sawan Singh en El amanecer de la luz,

En tanto el centro de atención esté por debajo de los ojos, no hay diferencia entre el ser humano y el animal, excepto en la forma, las acciones son similares2.

Si deseamos ser humanos, significa que tenemos que elevar nuestra atención hasta el centro del ojo. Metafóricamente hablando, a menudo nos referimos al centro del ojo como una puerta. A un lado de esa ‘puerta’ está todo lo físico; en el otro lado nos esperan todos los reinos espirituales, la forma radiante del maestro y el sonido celestial de la voz del Señor llamándonos de vuelta a nuestra morada. Precisamente esperar justo en la puerta es de lo que trata ser humano. El esfuerzo que desempeñamos cada día para recolectar nuestra atención dispersa y retirarla lentamente hasta el centro del ojo es nuestro intento de convertirnos en humanos. Sin este esfuerzo, simplemente seríamos otra clase de mamíferos, gastando nuestra energía vital buscando una pareja, criando a nuestros hijos, construyendo una casa, buscando comida.

En la misma carta, el Gran Maestro asegura que la mayoría de nosotros tenemos la atención centrada en el corazón y de ahí se dispersa por todo el cuerpo.

Normalmente el foco de atención se dirige hacia el centro del corazón. Mediante el esfuerzo, finalmente se va elevando hasta los ojos, pero desciende fácilmente a los centros inferiores. La atención fluctúa de arriba a abajo en los seis centros, desde el más bajo al más alto, pero su sede es el corazón.

Mientras el corazón es el centro de la atención, la mente persiste en generar pensamientos y distracción y la persona es sensible a las circunstancias3.

Eso no es pensar con claridad usando nuestro poder del discernimiento, vivek. Son como burbujas que emergen de recuerdos, fantasías, deseos, preocupaciones, objeciones del pasado. De hecho, cualquiera que ha intentado meditar sabrá que, muchas veces este flujo de pensamientos automáticos suele estar en un ciclo repetitivo. Sin embargo, el Gran Maestro dice que tan pronto como centremos la atención en el centro del ojo, todo esto se detendrá.

Cuando el foco de atención se ha elevado a los ojos, y la atención se ha interiorizado, entonces la mente cesa de generar pensamientos, ahora corre por dentro en lugar de hacerlo por fuera. Entonces los cambios o circunstancias no afectan a las personas. Es decir: la gente se comporta con arreglo al centro de su atención4.

En nuestro estado normal de consciencia, somos propensos a reaccionar a cada pequeña cosa que ocurre, pero mientras vamos esforzándonos para elevar la atención al centro del ojo a través del simran y dhyan, automáticamente nos volvemos más pasivos. Este proceso de volvernos más pasivos es una parte esencial de convertirnos en humanos. El Gran Maestro escribió de forma alentadora:

Cada vez que repites atentamente un nombre, estás intentando elevarte, y más pronto o más tarde el centro entre los ojos será el asiento de tu atención. Persevera tenazmente, evita la prisa, y con mente serena siéntate para los ejercicios espirituales5.

Este es un trabajo de toda una vida. Como dice el Gran Maestro: “El agua desciende automáticamente de la montaña, pero se necesita una potente máquina para forzarla a subir”6. Así que se requiere esfuerzo para convertirse en humano. Comportarnos como animales no precisa esfuerzo ninguno. Eso es automático, como el agua que desciende cuesta abajo. Pero se requiere esfuerzo para concentrar toda nuestra atención, recoger a todo nuestro ser para que espere en la puerta.

A veces es conveniente escuchar cómo la misma idea se expresa en una tradición diferente, usando un idioma distinto, una diferente estructura conceptual, pero claramente señalando la misma realidad. Por tanto, veamos a lo que Hierocles se refería cuando dijo: “Y, por tanto, uno debería convertirse primero en humano, luego en Dios”.

Hierocles era un platonista, un seguidor de Platón. Como otros platonistas, nos enseñó que nuestra atención puede fluir por tres corrientes distintas dentro de la psique humana: la más baja, la intermedia y la corriente más elevada. Podríamos pensar que se trata de hacia dónde van nuestros deseos, pero la palabra que utilizaron era ‘amor’ (griego, philia), asegurando que nuestro amor puede fluir en tres direcciones distintas dentro de nosotros.

La corriente más baja anhela todo lo que deleita a los sentidos, comida, sexo, riqueza y todas las cosas que el dinero puede comprar que contribuyen a nuestra comodidad. La corriente intermedia busca el honor, la fama y el poder. Le encanta competir para ganar, ser respetada, tener un estatus, poder. La corriente más elevada desea y anhela la verdad.

Únicamente la corriente más elevada es inequívocamente humana. Las otras más bajas se comparten con animales, y funcionan del mismo modo como lo hacen en animales. Cada una de estas corrientes está vinculada con una parte diferente del cuerpo. La corriente más baja se asocia con el vientre y por debajo de este; la corriente intermedia con el pecho: la corriente más elevada con la cabeza. Hasta que estemos dentro de un cuerpo humano, las tres corrientes siguen activas. Somos en parte animales y en parte humanos. No se debe a que las corrientes más bajas son malvadas, o deberían ser reprimidas, pero nos beneficia conocer su verdadera naturaleza. Las dos corrientes inferiores actúan o reaccionan automáticamente, guiadas por impulsos involuntarios, instintos, igual que un animal. No poseen la capacidad de elegir. Cuando algo provoca una reacción, ellos reaccionan automáticamente. Cuando son provocados, se abalanzan… sin pensárselo dos veces.

Hasta que nuestra atención esté fluyendo con fuerza dentro de estas corrientes inferiores, reaccionaremos automáticamente. Pero como platonistas, como Hierocles enseñó, cuando dirigimos nuestra atención hacia la corriente más elevada, disminuye la potencia que entra por las corrientes inferiores. Lo compararon con el flujo del agua: si el agua corre por tres canales, y luego desviamos más agua hacia un solo canal, entrará menos agua en los otros dos canales. Platón escribió:

Claro que somos conscientes de que, cuando los deseos del ser humano le atraen fuertemente hacía una sola cosa, el interés por los demás objetos se va desvaneciendo. Es como cuando un chorro de agua se desvía hacia otro canal7.

Convertirse en humano es una cuestión de redirigir nuestra atención, amor, hacia la corriente más elevada, asociada con la cabeza. Como Hierocles nos enseñó, esta corriente más elevada es la morada de una facultad que es única en humanos, llamada logos. Es parecida a lo que podríamos denominar vivek, pensar con claridad. Este logos posee la capacidad de dirigir la atención hacía el interior, hacer introspección. Tiene la habilidad de comprender. Sobre todo, posee la capacidad de tomar decisiones.

Logos es la facultad que puede discernir, comprender, y, sobre todo, tomar decisiones lógicas y razonables. A veces fue denominado ‘el poder gobernante’ o ‘el guía interior’ (hegemonikon) debido a que, en una vida bien ordenada y feliz, pensar con claridad (logos) guía a dos de las corrientes de la psique8.

Desviando la corriente del amor hacía la corriente más elevada de la psique, se refuerza el pensamiento claro. Ejercitando el poder de reflexionar, considerar, y tomar decisiones, nos conduce a acciones que son voluntarias y libres, en vez de sentirnos obligados por ciegos impulsos que no tienen ningún sentido lógico. Para Hierocles lo más importante de utilizar nuestra habilidad única de elegir, en vez de reaccionar, es la libertad. Nos enseñó que, “la mayoría de los humanos son esclavos, automática e incuestionablemente siguiendo los dictados de una psiqueperturbada y caótica”9. Así que, pensar con claridad y tomar decisiones correctas es liberarse de esa esclavitud.

Cuántas veces hemos escuchado a Baba Ji formular una pregunta así: ¿Qué diferencia existe entre un ser humano y un animal? Y luego contesta a su propia pregunta, diciendo que los animales reaccionan. La ley de acción y reacción funciona por todo el universo de la psique. Lo observamos en química y en física. Los animales, igual que el resto del universo físico, reaccionan. Y, hasta que estemos lejos del centro del ojo, operamos de la misma manera que los animales. Reaccionamos.

Para elevarnos por encima de todos los instintos animales, necesitamos pensar antes de actuar. Somos nosotros los que tendremos que sufrir la consecuencia de una reacción mal planteada. Nadie más arrastrará esa carga por nosotros. Tenemos que pensar con claridad, reflexionar sobre las opciones, considerar nuestras prioridades, y luego actuar. En cierto modo el simran es un instrumento que nos ayuda a ralentizarnos y darnos un respiro antes de que se produzca una reacción instintiva. De esta forma, cuando ejercitemos ese privilegio que solo ha sido otorgado a humanos: podremos elegir.

Baba Ji dice con frecuencia que podemos tomar la decisión correcta tan fácilmente como tomar una decisión equivocada.

¿Cuál es la elección idónea? Si tomamos la decisión correcta, entonces liquidamos el karma. Si tomamos una decisión equivocada, empezamos toda una nueva cadena de acción y reacción. Así que la decisión correcta en cada situación nos conduce a la libertad. Desafortunadamente, incluso cuando tomamos la decisión correcta, los resultados no están en nuestras manos. Por ejemplo, puede que nos encontremos en una situación difícil, y rechazamos reaccionar, pensamos con claridad y tomamos la decisión adecuada. Aun así, posiblemente eso no solucione la situación de la manera en que deseamos. El resultado inmediato, el resultado visible, no es lo que nos esperábamos. Pero si a largo plazo, el resultado que ansiamos es la libertad, entonces el resultado está en nuestras manos porque podemos tomar la decisión que pondrá fin a la cadena de karmas. Y los maestros nos aseguran que, si aplicamos el esfuerzo requerido, en la dirección correcta, el poder interior nos amparará para tomar el paso adecuado.

¿Cómo tomar la decisión correcta? Como seres humanos debemos tener objetividad. Pero, ¿qué significa ser objetivo? Probablemente entendamos mejor esta pregunta al ver cómo lo explican filósofos platonistas como Hierocles. Lo que entendían por ‘objetividad’, era estar en armonía con la ley cósmica, también llamada la voluntad divina. Explicaron que, la ley cósmica, el poder que sostiene todo el cosmos, se llama logos. El ser humano es un microcosmos del macrocosmos, como una pequeña réplica del cosmos. La facultad del logos (pensamiento claro) dentro del ser humano es como una pequeña réplica del logos cósmico. Ambos están relacionados. Por eso la facultad del logos dentro de nosotros nos permite alinear nuestra actitud, pensamientos, sentimientos, y acciones con el logos, el poder que mantiene todo dentro del cosmos desenvolviéndose momento a momento en perfecto orden y armonía.

Solamente los humanos poseen esta habilidad, aunque puede que no la utilicen. La facultad humana del logos nos permite ver desde la perspectiva del Único, y no solo desde nuestra pequeña, estrecha perspectiva. Cuando observamos el mundo a nuestro alrededor desde un punto de vista parcial, egoísta, vemos oposición, división en todas partes; percibimos depredadores y presas, observamos un ser vivo devorando a otro ser vivo. Nos vemos a nosotros y a ellos, a mi familia y a los que no lo son, buenos y malos. Desde la perspectiva del Único, es toda una maravillosa armonía, todo desenvolviéndose en un equilibrio perfecto, exactamente como el Divino lo desea. Esto es objetividad, viendo desde la perspectiva del Único, el Todo. Y según Hierocles y maestros en esa tradición, es una perspectiva que es natural para el ser humano.

Si pudiéramos adoptar esta perspectiva, esta objetividad, posiblemente seriamos capaces de ver el cosmos como los filósofos platonistas. Ellos enseñaron que hay un alma dentro del cuerpo físico que le da la vida y la consciencia. Del mismo modo, el cosmos tiene un cuerpo, el universo físico, con un alma cósmica que les da vida y consciencia a todos los seres viviendo dentro de él. Esta alma cósmica ama y cuida de cada una de las partículas del cosmos; todos son parte de su cuerpo.

Si comprendemos esto, sabremos que todos somos como extremidades de un inmenso cuerpo. Así que naturalmente, también amamos y cuidamos el uno del otro. Todos somos partes del único Ser. Por tanto, amor por todas las personas, criaturas y toda la naturaleza, es lo que es natural para un ser humano. El amor, el sentimiento de afinidad es la verdadera objetividad. A menudo pensamos que la razón es una cosa y el amor es otra muy distinta. Pero desde esta perspectiva, la razón y el amor forman parte integrante de lo mismo.

Muchas veces percibimos el amor como un sentimiento, una emoción. A veces pensamos que sentimos amor, otras veces creemos que carecemos de amor. Pero los místicos nos dicen que el amor es el núcleo de nuestro ser. Hierocles, como otros maestros en su tradición, enseñaron que el amor (griego philia) fluye continuamente a través de las tres corrientes de la psique. Es todo amor, pero toma diferentes formas dependiendo de qué corriente esté atravesando.

Todo depende de por cuál de las tres corrientes de la psique se canalice este amor. Si se canaliza en la corriente más baja de la psique, el amor se centra en lo que me complace, lo que deseo tener. Amar a otra persona de esta manera es una clase de amor posesivo, celoso, egocéntrico con la finalidad de satisfacer las necesidades y deseos de uno mismo.

Si se canaliza en la corriente intermedia de la psique, el amor es menos egocéntrico y puede inspirar actos nobles de abnegación. Imaginemos al guerrero, lleno de amor por su país, cabalgando hacía el campo de batalla, dispuesto a sacrificar su propia vida. Pensemos en el padre que, sin pensárselo dos veces, sacrifica tanto por el bienestar y comodidad de sus hijos. Sin embargo, el guerrero lucha en la noble batalla solo por ‘mí’ país, ‘mi’ clan, ‘mi’ religión, y aquellos fuera del círculo de ‘mi’ puede que incluso sean considerados enemigos. El padre sacrifica solo por ‘mis’ hijos, no por los niños en general. Este es un amor que puede dar la vuelta y convertirse en una venganza justa.

Si el amor es redirigido hacía arriba para atravesar la corriente más elevada de la psique, las emociones negativas de los celos, la envidia, la ira, el deseo de venganza –que emanan de la corriente intermedia de la psique– comenzarán a disolverse y a desaparecer. La bondad amorosa, la compasión, la clemencia empezarán a brotar de forma natural. La perspectiva se ampliará, habrá más objetividad, menos egoísmo. Como enseñaron los filósofos, todas las acciones verdaderamente generosas, desinteresadas, y altruistas provienen del amor que fluye a través de la corriente más elevada10.

Este atributo del amor no juzga ni condena y es la cualidad de la verdadera humanidad. Este amor único es la característica de los santos. Es el atributo que asociamos a los grandes seres humanos, esta habilidad de ver más allá de la división y del odio, más allá de todo juicio y prejuicio. Su amor es tan generoso que nadie se queda fuera de la extensión de ese amor. Y el amor que solo sabe dar también forma parte de las características del divino. Cuando los filósofos en la tradición de Hierocles describieron al Divino, mencionaron únicamente un atributo importante: un amor generoso que no excluye a nadie. Afirmaron que la naturaleza esencial del Divino es un amor donde no existe la envidia. El Divino, dijeron, siempre está ahí para ayudar a cualquier humano que esté intentando dirigirse hacia él, sin rechazar nunca a nadie. Así que cuando nos convertimos en humanos, verdaderamente humanos, no solamente llevando un cuerpo humano, nuestra naturaleza se convierte cada vez más en la naturaleza del Divino.

Entonces, ¿cómo nos convertimos en divinos? Cada esfuerzo que hagamos parar retirar nuestra atención al centro del ojo, cada ronda de simran, es un pequeño paso hacía la dirección de convertirnos en humanos. Cuanto más se dirija nuestra atención al centro del ojo, más capaces seremos de dejar de reaccionar automáticamente a todo lo que ocurra, y más habilidad tendremos de pensar con claridad y tener libre albedrio. Cuando tomamos una decisión correcta, liquidamos el karma.

Cuanto más se dirija nuestra atención al centro del ojo, más capacidad tendremos de ser objetivos. Y como nos enseñó Hierocles, ser objetivos significa ver desde la perspectiva del Único, el Todo. Una vez que reconozcamos que todos somos como extremidades de un inmenso cuerpo, sabremos que amar y cuidar de todos es algo natural para un ser humano. Y estas cualidades de la verdadera humanidad nos acercan cada vez más a la divinidad.


  1. Be Human – Then Divine, p. 34.
  2. El amanecer de la luz, 1ª ed. (1998), carta 66, p. 213.
  3. Ibíd, carta 66, p. 213.
  4. Ibíd, carta 66, p. 213.
  5. Ibíd, carta 66, p. 213.
  6. Ibíd, carta 79, p. 257.
  7. Be Human - Then Divine, p.107.
  8. Ibíd, p. 103.
  9. Ibíd, p. 108.
  10. Ibíd, pp. 124-125.