Las Consecuencias de Nuestras Acciones - Espiritualidad Básica

Las Consecuencias de Nuestras Acciones

Para mejorar nuestra situación, los místicos nos dicen que primero necesitamos descubrir qué pensamientos y qué acciones nos conducirán a un estado de paz y armonía. Los deseos dirigen nuestros pensamientos y nuestros pensamientos gobiernan nuestras acciones. Antes de que hagamos algo hay un deseo, una intención o un impulso en nuestras mentes. Primero se forma el deseo en la mente, luego la mente lo alimenta, y más tarde el pensamiento nos impulsa a actuar.

Las acciones nos convierten en lo que somos. Actuamos por medio del cuerpo físico, pero las acciones son el resultado de los pensamientos. Las acciones positivas o negativas son las consecuencias de los pensamientos positivos o negativos. Los pensamientos son la clave de nuestros éxitos o fracasos. Nuestros pensamientos son los responsables de nuestra actitud, y nuestra actitud es la que determina que seamos felices o desdichados. La actitud es más importante que las circunstancias, que los éxitos o los fracasos, la riqueza o la pobreza, la enfermedad o la salud. Si tenemos una actitud positiva, estaremos contentos incluso en las peores condiciones. Si tenemos una actitud negativa, seremos desgraciados incluso en las mejores circunstancias. Por lo tanto, la felicidad o la tristeza en la vida son un resultado de cómo reaccionamos. En efecto, nuestra vida es modelada por nuestra manera de reaccionar ante ella. La consecuencia final de las acciones positivas es la felicidad, nunca el sufrimiento, y la consecuencia final de las acciones negativas es el sufrimiento, nunca la felicidad.

La mente funciona como un ordenador o computadora: lo que se introduce, determina lo que sale. Primero, las impresiones se registran en nuestras mentes. Luego, alimentando esas impresiones creamos huellas en nuestras mentes. Estas huellas o surcos llegan a ser tan profundos que quedamos programados por ellos y luego reaccionamos de acuerdo con nuestra propia programación. Este es el motivo de que necesitemos ser muy cuidadosos con lo que pensamos. Debemos vigilar nuestros pensamientos y esforzarnos por tener únicamente pensamientos que nos ayuden a desarrollar una actitud constructiva que nos impulse a realizar acciones que nos beneficien.

El efecto bumerán

Los maestros espirituales nos enseñan que cada acción que hacemos tiene consecuencias, aun cuando no siempre experimentemos el resultado inmediatamente. Por ejemplo, cuando alguien se emborracha, es posible que experimente malestar al día siguiente. Sin embargo, los efectos de la borrachera no se detienen necesariamente en ese malestar. Dependiendo de lo que haga mientras esté bajo la influencia del alcohol, esa persona puede sufrir terribles consecuencias e incluso terminar en la cárcel o muerta. Lo mismo se aplica a la acción positiva. Por ejemplo, una persona que adopta una alimentación o un programa de ejercicios sanos puede que no perciba inmediatamente los beneficios; sin embargo, es seguro que en algún momento del futuro se manifestarán los resultados que le beneficiarán.

Sea la acción buena o mala, una vez que la hemos realizado tendremos que afrontar sus consecuencias, igual que cuando lanzamos un bumerán vuelve directo hacia nosotros. Cuanto mayor sea la fuerza que empleemos, tanto mayor será la fuerza con que regrese. Esto es una ley objetiva, no un juicio emocional o subjetivo.

En su tercera ley del movimiento, Newton afirma que para cada acción hay una reacción igual y opuesta. En la ciencia, esta ley es rigurosamente exacta y ni siquiera un microscópico electrón puede moverse sin crear un efecto. Esto se conoce como la ley de acción y reacción. Igual que en la física, esta ley también actúa sobre nosotros como la ley de causa y efecto, o la ley del karma (palabra sánscrita que literalmente significa acción). Esta ley de acción y reacción que gobierna tanto a nuestro universo como a nosotros mismos, explica porqué unas personas son desgraciadas mientras que otras son felices, o porqué unas son pobres y otras nacen ricas. Por el funcionamiento de esta ley podemos comprender muchas de las supuestas injusticias del mundo.

Lo que nos sucede es el resultado directo de nuestras acciones. No hay excepciones. No podemos eludir esta ley. Somos responsables de nuestras acciones, y a nosotros nos toca vivir sus consecuencias.

Los santos nos dicen que el océano de acciones que hemos realizado en el pasado no tiene fondo. Es tan inmenso, y hay en él tal cantidad de cuentas pendientes de pago, que nos resulta casi imposible pagarlas. Cuando nos ponemos en contacto con un verdadero santo o maestro espiritual vivo y comenzamos a seguir sus enseñanzas, empezamos a comprender hasta qué punto nuestras acciones pasadas han moldeado nuestra situación presente y cómo explican lo que amamos y lo que odiamos. Cuando nos damos cuenta de esta ley, aprendemos a aceptar nuestra responsabilidad por nuestras acciones del pasado y podemos reaccionar de manera más positiva cuando nos enfrentamos a sus consecuencias. Haciendo nuestra práctica espiritual deshacemos gradualmente las ataduras que nos ligan a nuestras acciones pasadas. Nos hacemos capaces de controlar mejor las consecuencias de nuestras acciones y evitamos realizar acciones negativas que podrían complicar nuestra vida en el futuro.