¿Por qué ser Vegetarianos? - Espiritualidad Básica

¿Por qué ser Vegetarianos?

Cada año miles de hectáreas de selvas tropicales se destruyen con el fin de prepararlas para la cría de ganado. Árboles altos, fuertes y frondosos son talados para sembrar pastizales que sirvan de alimento a la ganadería. Esto se hace a tan gran escala que ya está afectando al clima del planeta. Además, en zonas donde el agua escasea, la industria ganadera consume diariamente miles de metros cúbicos de agua para atender las necesidades del ganado. De igual modo, para hacer frente a la demanda del mercado, la industria pesquera está afectando dramáticamente al ecosistema de los océanos. Cada año miles de delfines mueren en las redes usadas para capturar atunes, y una cantidad desconocida de especies acuáticas ya se han extinguido, mientras que otras se encuentran al borde de la extinción. Ecológica y socialmente el precio que pagamos es muy elevado. Es moralmente reprochable, innecesario desde el punto de vista de la salud y muy caro alimentarnos de ganado, peces, aves o huevos. Podríamos satisfacer de manera más sencilla y económica nuestras necesidades de proteínas con alimentos de origen vegetal, sin tener que colocar una carga tan pesada sobre los animales, los bosques, nosotros mismos y el planeta.

Las toxinas y los organismos infecciosos de la carne de un animal transmiten enfermedades a los seres humanos. La concentración de ácido úrico en los alimentos animales deposita sobre el cuerpo humano una carga muy difícil de eliminar que es la causa de muchos de los problemas relacionados con la salud. Si examinamos detenidamente nuestros cuerpos, comprobaremos que genéticamente no hemos sido diseñados para comer carne. Nuestros dientes y uñas no son como los de los animales carnívoros, y nuestro intestino es largo, al contrario del intestino de los animales carnívoros, lo que hace peligrosamente lenta nuestra capacidad de eliminar toxinas animales.

Pensemos en el destino de millones de vacas, cabras, cerdos, peces, ovejas y pollos que son sacrificados cada año para que nosotros nos los comamos. Los matamos sin pararnos a pensar lo que estamos haciendo o, en el mejor de los casos, pagamos a otros para que lo hagan por nosotros. ¡Qué despreocupados e insensibles somos ante sus sufrimientos! Y pensar que todo este sufrimiento y todos los problemas económicos, ecológicos y sociales que ocasionamos son para satisfacer a nuestros paladares solo por unos breves momentos… Lo que tampoco consideramos es que al basar nuestra felicidad en el sufrimiento de otros seres, atraemos sobre nosotros mismos consecuencias negativas y perjudiciales.

Se puede ser vegetariano por razones sociales, humanas, económicas, éticas, ecológicas o de salud, pero la razón por la que los santos nos aconsejan que nos abstengamos completamente de comer carne de cualquier clase, es una razón espiritual. “Como siembres, así cosecharás” (Gálatas 6,1). La carga que sobrellevamos como consecuencia de las acciones que realizamos en el pasado ya es demasiado pesada y nos empuja fuertemente hacia abajo, así que debemos dejar de añadir más peso sobre nosotros mismos. Si sembramos sufrimiento, algún día tendremos que recoger sufrimiento. Si matamos para obtener alimento, o pagamos a otros para que maten por nosotros, somos responsables del sufrimiento que ocasionamos y estamos atrayendo hacia nosotros un sufrimiento equivalente al que causamos, y tendremos que experimentarlo aunque ello signifique que tengamos que regresar a la creación en otra vida. Algún día, tendremos que afrontar inevitablemente las consecuencias de nuestras acciones. Esta ley de compensación o del karma, igual que la ley física de acción y reacción de Newton, es precisa, inevitable e inmutable.

Es muy difícil abandonar este plano de conciencia si directa o indirectamente somos responsables de la muerte de animales. La deuda es demasiado grande y tendrá que ser pagada. Por esta razón, los verdaderos maestros espirituales nos aconsejan que dejemos de alimentarnos de la sangre y el sufrimiento de otros seres para no seguir añadiendo peso a nuestra ya pesada carga.

Una aguja es atraída de manera natural por un imán, pero si colocamos un peso grande sobre la aguja, esta no puede ser arrastrada hacia el imán. De igual modo, nos resultará imposible alcanzar la suficiente ligereza de corazón para realizar progreso espiritual, si persistimos en colocar sobre nosotros mismos pesadas cargas que sirvan para mantenernos atados a este plano inferior de la creación.